Durante el comienzo de la psicología como disciplina del conocimiento, grandes pensadores de esta ciencia se preguntaron en profundidad como era el desarrollo que el cerebro tenia durante su vida. Las trasformaciones o etapas que iban trascurriendo y que convertían el cerebro de un recién nacido en el cerebro de un adulto. Este tipo de planteo llevo a pensar a muchos que la experiencia era la principal fuente de influencia y a otros que el cerebro ya nacía con capacidades natas y que la experiencia solamente llenaba la memoria. A una certeza que se llego en todo esto es que los niños recién nacidos nacen con dos capacidades muy puntales, una de ellas es distinguir las voz humana por sobre los demás sonidos del mundo, la otras es la de distinguir rostros humanos por sobre las demás cosas del mundo.
Es que las personas realmente tenemos la capacidad de ver los rostros de otros de una manera muy especial. Es a partir de las caras de otras personas que tenemos toda una serie de formas de identificación, incluso muchas veces somos capaces de distinguir a personas que son gemelas y que realmente parecen idénticas. Los rostros humanos no solo reflejan a sus antepasados sino que nos recuerdan siempre lo iguales que somos todos al fin y al cabo.
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