Hace cien años un doctor norteamericano de apellido Adams comenzó a experimentar a partir del entendimiento de unas cuestiones respecto de la salud de los niños en el departamento de tratamiento del hospital infantil. La hipótesis suponía que los niños con enfermedades severas como desnutrición por intoxicación o leucemia, y otras manifestaciones mayormente biológicas, respondían marcadamente mucho mejor a los tratamientos cuando se encontraban, alegres, sonreían entre ellos, y se divertían en lugar de estar internados tristes en la habitación de la institución. Este doctor que se disfrazaba de payaso asentó las bases que hoy son reconocidas mundialmente como uno de los hechos científicos más importantes de la salud, que la alegría, la felicidad y la risa curan.
Por eso rescatamos la importancia de no dejar de prestar atención a esas personas que tenemos muy enfermas. Para ellas es parte de su recuperación sentir el amor que nosotros les tenemos. Muchas veces es real que la distancia y los compromisos son contratiempos en la vida de todos, pero a su vez es también muy importante comprender que en la vida el amor por otros es mucho más importante que todo lo demás, y hay que privilegiar este amor, y enseñar a las nuevas generaciones a que tengan el mismo respeto.
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