Entre las actitudes más complejas que podemos tener los seres humanos para con otros está la indiferencia. Es una de esas actitudes necesarias para vivir en sociedad pero que en una medida muy extrema pueden ser muy perjudiciales. Porque la indiferencia en causa aguda es una suerte de des-conexión total con el mundo y con todas las cosas que nos convierten en verdadero seres humanos.

De alguna manera somos siempre indiferentes, cuando es el bautismo de la hija de un vecino al que no conocemos, no nos metemos en el medio de su parque a comer y a celebrar simplemente porque estamos allí. Seguramente pasaremos por alto el festejo y seguiremos con nuestro que hacer, a lo sumo un saludo sin nos vemos interrumpido por la situación muy de cerca. En este sentido la indiferencia es sana porque brinda espacio a todos los demás para que sigan con sus cosas.

Pero cuando ya no nos importa las personas que mueren en nuestra ciudad de hambre, que pisen a los animales en las rutas y que no haya ningún tipo de control, que cualquiera pueda manejar a altas velocidades por cualquier parte. Sin dudas esa es una indiferencia muy perjudicial y que te ajena de las cosas importantes. Un poco de solidaridad no más.

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